La cúpula vaticana
Entre los
diversos envíos que regularmente llegan a mi correo, están
los PPS de la liturgia dominical que me hace una amiga
religiosa, los cuales suelen ser bellas muestras de
sensibilidad espiritual y de talento catequético a un
tiempo; inspiradas mezclas de imágenes, música, frases de
gran contenido humano con fragmentos de evangelios y
epístolas mediante las cuales consigue efectos muy emotivos
y fuertemente motivadores.
Admiro el
talento de mi amiga de modo que, aun no compartiendo a veces
la totalidad de cuanto en ellos expone, suelo dedicarles
unos minutos de atención. De modo que en cuanto tuve un rato
de asueto abrí el de esta semana con ánimo de recrearme en
él. Estaba dedicado a la celebración de la festividad de los
santos Pedro y Pablo. Parecía bonito e interesante, con
bella música y fotos de las ruinas de Cesarea de Filipo,
donde parece ser que Mateo sitúa la acción que narra.
Todo fue
bien hasta llegar a la diapositiva 14, en la cual leo: «Y
ahora, también te digo que tú eres Pedro. Sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y las puertas del Reino de la Muerte
no podrán resistírsele».
En la 15,
sobre una bella foto de la cúpula de la vaticana basílica de
San Pedro leo: «sobre la FE, YO edificaré mi Iglesia».
Y en la
16: «Te daré las llaves del Reino del cielo; todo lo que
ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que
desates en la tierra, quedará desatado en el cielo».
Y para
acabarlo de redondear, en la 17 veo una multitud de jóvenes,
de pie, mirando en una misma dirección, portando en el pecho
unos carteles no legibles, algunas religiosas entre ellos, y
una bandera blanca al fondo; y arriba y debajo de esa
imagen, dos inscripciones: «Allí donde seáis comunidad,
allí estoy YO, atando lo que atéis», «¿Sabéis que
sois cuerpo de Cristo?».
Tengo que
confesar que quedé perplejo tras ver y leer lo que acabo de
referir. ¿Será verdad que la fe mueve montañas? Porque mayor
proeza que mover una montaña le parece a mi mente blasfema
sustentar la magnificencia de la cúpula vaticana sobre la
idea que los evangelios dan del humilde Jesús de Nazaret.
Debe de
ser muy grande y poderosa la fe. Tanto, que con ella se
consigue que infinidad de personas inteligentes y honestas
den por bueno lo que sin ella tiene tan claras trazas de
patraña.
No me
cabe duda de que lo mío es falta de fe. Me lo han dicho ya,
en diversas ocasiones, personas fielmente católicas. Pero
falta de fe en esa macro organización denominada Iglesia
Católica Romana, que no en un cristianismo nacido de la
bondad del corazón, no sé si ortodoxo pero sí capaz de
superar la prueba de «por sus hechos los conoceréis».
Una falta
de fe que me lleva a mí y a miles y tal vez millones de
personas educadas cristianamente a recelar de todos los
discursos religiosos. De todos, incluso de los que parecen
más inocentes y fiables, vengan de donde vengan. Porque a la
vista está, para quienes no miran con ojos cegados por la
fe, lo que se ha llegado a construir a partir de ellos.
Pepcastelló
http://lahoradelgrillo.blogspot.com